miércoles, 5 de agosto de 2009

BOLIVIA: EN PLENO 6 DE AGOSTO


Por Mario Rodríguez I.
mario500bo@yahoo.es

Son fiestas patrias. Mientras pensaba en cómo escribir un artículo al respecto, me fueron llegando recuerdos de personas o situaciones que me enseñaron a sentir y latir Bolivia de otras maneras; más allá de los desfiles cívicos y los discursos que nos inundan estas fechas.

Era el año 1989, yo empezaba a trabajar, muy joven todavía, en comunidades campesinas de Tarija. Por esas cosas de la vida, me tocó entrar a una zona Guaraní, en la provincia O’connor, donde el sistema de patronazgo era tan duro, que había que pedir permiso al patrón para poder visitar las poblaciones del lugar. Era mi primer contacto directo con ese pueblo que está presente con tanto vigor en Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz. Luego de un par de días de compartir con la gente de Ñaurenda, una noche un joven guaraní me contó su vida, sin dramatismo pero sí lleno de dolor. Me contó del sistema de deudas por el cual el patrón se garantizaba la servidumbre de su familia, la casi imposibilidad de tener cultivos propios, la mala alimentación, el no acceso a la escuela. También me contó la historia de cómo los patrones habían penetrado en la región para quitarles las tierras, para impedirles moverse libremente en su hábitat ancestral, de cómo les habían quitado los nombres para imponerles otros.

Me dijo que su sueño era rescatar a su hermana de la casa de los patrones y huir hacia la Argentina. Le pregunté, ¿quiénes son los patrones? El me respondió con mucha naturalidad, los karay. Cuando vio que no le comprendía, me aclaró los “cristianos”, los “bolivianos”. Bolivia era para él, dolor y despojo.

Allí comprendí que Bolivia podía ser sólo una abstracción si no es capaz de cobijar y dar cabida a todos y todas quienes nacimos y/o vivimos en este territorio.

Al año siguiente fue la marcha indígena “Por el Territorio y la Dignidad”. En la cumbre que une los Yungas con la ciudad de La Paz, allí se realizaba el encuentro de los pueblos de las tierras bajas, que ya estaban marchando casi 40 días, con los pueblos indígenas de tierras altas. Allí me volví a encontrar con ese joven guaraní. Caminaba con una bandera boliviana al hombro y él, como miles de otros indígenas, le estaban empezando a proponer al país otra manera de pensar y organizar Bolivia. Empezaban a sentir que Bolivia también era parte de ellos y que como buena madre, debería cobijar a todos y todas sin exclusiones.

El pasado domingo miré las imágenes del acto en Camiri para presentar los avances en la construcción de las autonomías indígenas en el marco de la CPE. En esas imágenes pude reconocer algunos de los guaranís de los tres departamentos con los que compartí algunos momentos de mi vida y que me enseñaron que a Bolivia se la construye en el día a día. Que Bolivia no es perfecta ni ha superado todas las exclusiones e injusticias, que hay mucho por hacer, pero que la podemos hacer cada día más nuestra y más digna.

Algo parecido aprendí con doña Consuelo, una señora bastante mayor (imposible saber su edad precisa), que es una tremenda organizadora y luchadora por los derechos de su la comunidad de Santa María a pocos kilómetros de Riberalta en el Beni. Ella me contó una vez, hace unos 5 años atrás, que cuando vivía “empatronada” (bajo el régimen de servidumbre al patrón), ella oía hablar de Bolivia como si fuera otro país. Que lo único que conocía era el nombre de la familia a la que debía servir. Ella me dijo, que “desde que somos libres y vivo en esta comunidad, ahora sé lo que es Bolivia y voy a luchar lo que me quede de vida para que mi país sea para toditingos nosotros”. Hoy doña Consuelo sigue organizando y luchando, creyendo y construyendo.

Recordando estas y otras historias, es que me emocioné cuando hablando el pasado lunes con César Brie, ese increíble constructor del Teatro de los Andes que vive en Bolivia desde inicios de la década de 1990, me contó que una de sus mayores felicidades es que ya le darán la nacionalidad boliviana. “La suerte está echada” me dijo, “seré lo que quiero ser, un boliviano para siempre”. Lo más hermoso es que me lo dijo después de tener más de un año de soportar amenazas, discriminaciones y hostigamientos por parte de los sectores radicales de la oposición en Sucre, a raíz de su denuncia hecha video respecto a los actos de violencia racista acontecidos en la capital del país el 24 de mayo del 2008. Me contó que él y su familia ya están cansados de tanta agresión, pero que se siente orgulloso de ser un boliviano más.

César, doña Consuelo y el pueblo guaraní, creo que hoy se sienten más bolivianos que antes; suficientes motivos para celebrar con más intensidad y orgullo este día de Bolivia.

http://evolucion-bolivia.blogspot.com/

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