Por Palmiro Soria Saucedo*
spalmiro@hotmail.com
Desde la catedral vino el anuncio, tres campanadas marcaron la hora final de Eustaquio Picachuri Cuñaca; ex minero de siglo XX, paradójicamente de la mina La salvadora- por más señas-.
Fue el 30 de marzo del año 2004, después de casi tres horas de negociación; cuando constató que sus demandas no iban a ser atendidas, que la politocracia no tenía imaginación ni voluntad para atender sus demandas, resumidas de manera desgarradora en sus propias palabras: “Solo estoy pidiendo que me devuelvan mis aportes de 15 años de trabajo en Comibol”.
Eustaquio tenía 49 años y 7 hijos, era un relocalizado -un sin trabajo- que deambulaba en la capital, buscándole la vuelta a la Reforma de la ley de pensiones de Sánchez de Lozada; luchó y busco desesperadamente la punta del hilo de la enmarañada madeja, mediada por una corrupcracia emputecida, y un esquema legal antipopular que había condenado a una muerte lánguida y sin jubilación, a miles de trabajadores cuya situación no encajaba en la reforma.
“…No soy un asesino, no soy un terrorista, pero estoy decidido a morir…”, así definió su voluntad de lucha, este minero duro, descendiente de mitayos potosinos; y desde la intimidad de su ternura confesó a su amigo: “…quiero que mi familia sepa, que lo hago por ellos…”. Picachuri no llego a saber que la Bolivia digna se convirtió en su familia, que la patria lo lloro en silencio, abonando las fuerzas del cambio. Ese día infausto, de tres muertos y diez heridos, el país comprendió la insolencia del desempleo y la desprotección social; conoció la dimensión de ese insulto a la vida.
En el kilometro cero, donde están concentrados los poderes fundamentales de la Republica, a las tres de la tarde, de un día en que dios estaba enfermo- como diría Vallejos-, Eustaquio Picachuri Cuñaca, apretó el detonador que explosionaría la pesada carga de su protesta. Se inmolo por todos nosotros, contra la injusticia de un sistema social y político que ya estaba podrido. Esta muerte expresa el espíritu, el sentido épico de esa querella histórica de la clase obrera contra el capital. Aquí y en todas partes de la madre tierra, este primero de mayo los trabajadores desfilarán desplegando sus banderas. Allí estará el héroe humilde y valiente de Picachuri, Junto a Sacco, Vanzetti y muchos otros, con todas las voces vivando la sagrada causa.
Escribí la poética sobre la muerte de Picachuri, desde el estupor y el arrebato, la madrugada del primero de abril del año 2004 y la saco del anonimato, de la gaveta íntima, donde guardo mis versos de amor y de lucha, con la pretensión de una modesta distinción a los trabajadores de mi país, y si no resulta jactancioso, a su extensión universal.
LA MUERTE DE UN HOMBRE.
El que piense
que Picachuri se murió
de seis kilogramos insensatos
de trinito tolueno
no sabe nada de la muerte.
Es superficial el conocimiento
supremo relámpago
del instante.
Picachuri
se murió de bronca
en la oscura mitad de una tarde
des-soleada de esperanza.
Sinrazón
de la corrupcracia emputecida.
La muerte no es
el fin del infinito
la sombra de la nada
la eternidad del vacío
la dilución del polvo.
Cuando la vida es el amen de la protesta
la muerte se inclina con respeto
llora el almendro
Iluminando con un rayo
al jubilado de la fe.
Al final del tercer mes
de un año embarazado de historia
Picachuri dinamitó
la vergüenza del país.
Fue su manera de anunciar
los dolores de parto
de la nueva Bolivia
Invocando el arco de fuego
en el iris.
*Ciudadano Amazónico del Estado Plurinacional de Bolivia.
Savia Nueva - Los mineros volveremos !!!
http://evolucion-bolivia.blogspot.com/
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