Yo creía que quería ser exitoso pero quería ser feliz
El éxito no me dio la felicidad, la felicidad me dio el éxito
Durante años creía que era imposible ser feliz hasta que no fuera exitoso o saliera de problemas, lograra esto o aquello, mejorara esta relación, tuviera libertad financiera, reconocimiento. Y todo lo logré temprano en mi vida, superando con creces mis sueños, y sin embargo, aún no me sentía exitoso… sencillamente yo no sabía ser feliz.
Un día me di cuenta que yo agregaba tensiones y cargas adicionales a mi vida. Dejaba de disfrutar lo que me rodeaba, hacía más difíciles mis relaciones con los demás; no por lo que ocurría o no ocurría en mi vida, sino por mi manera de definir el éxito, por lo que yo había aprendido, o mejor, mal aprendido acerca del éxito.
En últimas le daba toda la importancia a ser exitoso y muy poca a ser feliz.
De alguna manera pensaba que ser feliz era ser condescendiente, débil, y eso no me hacía sentir importante.
O, sencillamente, creía que la felicidad llegaría sola a mi vida cuando yo lograra lo que me había propuesto.
Sin embargo, cuando lograba algo, quería algo “mejor”, y por eso me decía que aún no podía ser feliz.
Así actuaba y pensaba en general, haciendo más importante el éxito que la felicidad. Era intolerante y duro, me irritaba o invalidaba a las personas cuando los resultados no eran los que yo esperaba.
Nada de lo que conseguía era suficiente, y cuando lograba algo me reprochaba porque pensaba que hubiera podido ser mejor.
Hacía más importantes los objetivos que las personas.
Pensaba: “negocios son negocios”, y me encontraba con frecuencia manipulando o usando a otras personas.
Creía que el éxito era ser el mejor, el primero, el que más. Era necesario sentir que alguien fuera menos, para yo valer más. Aun así, nunca ganaba, porque aunque me sentía mejor que muchos, al mismo tiempo me sentía peor o menos que los que yo admiraba.
Por eso creo que dicen que el éxito es solitario, porque si soy mejor que unos y peor que otros, ¿quién me queda para compartir?
Cuando pensaba que el éxito era lo más importante, sólo me entusiasmaba con lo que yo creía que apoyaba mi meta, todo lo demás lo consideraba pérdida de tiempo.
Hoy me reprocho todos los momentos que dejé de pasar con los míos (y que ya nunca volverán por angustias de vida o muerte, que ahora ni recuerdo) por proyectos y personas “tan importantes” de las que he olvidado hasta sus nombres.
Cuando pensaba en el éxito me sentía culpable de descansar, de disfrutar, de hacer lo que a mí me gustaba, porque no lo creía alineado con mi meta.
Esta manera de pensar y de actuar me llevó a lograr mucho para afuera y poco para adentro, brillaba en mi soledad y en mi insatisfacción.
De alguna manera me acompañaba una sensación de fracaso, siempre habían nuevas metas, y eso hacía que me sintiera incompleto, no podía ser feliz porque algo me faltaba.
Pensaba más en lo que no tenía que en lo que tenía: cuando estaba junto a alguien que yo pensaba que había logrado más que yo, me juzgaba y recordaba una y otra vez con frustración en mi mente las oportunidades que yo creí haber perdido. Me era difícil relacionarme con las personas: de hecho, me relacionaba más con sus logros.
No puedo decir que ahora disfruto más la felicidad porque un día desperté y lo decidí.
No, fue un proceso muy lento, que me costó amigos, maltratar mi relación con mis hijos, con mi pareja, con mi familia.
Me costó dejar de disfrutar verdaderamente muchos de mis esfuerzos y mis logros. Aunque… pienso que todo es perfecto, porque no hubiera podido ver esto si no hubiera vivido aquello.
Ahora sé que pensar que en este instante me falta algo para ser feliz es imaginarme o decidir que mi pasado, mi presente o mi futuro están incompletos hasta que yo no logre algo que también me estoy imaginando.
Es decidir que un pensamiento mío sabe más que la vida que me dio todo, en cada instante, para ser feliz. Ahora entendí que no me ha faltado, ni me falta, ni me faltará nada.
Que quiero luchar para crecer, que querré por momentos transformar mi realidad, pero siempre querré dar, recibir o aprender.
Que habrán sueños que me entusiasmen y, a través de ellos, me transformen, y miedos que me paralicen hasta que decida transitarlos.
Ahora lucho aún con más pasión por mis sueños, pero sé que en mi vida sólo tengo este instante para ser feliz.
Y como busco la felicidad primero, procuro ser flexible, abierto, tolerante. Valoro, agradezco y disfruto lo que los demás hacen por mí, porque hago más importantes las personas y las relaciones que los proyectos.
Cada cosa que hago es para encontrar lo mejor de mí, para compartir mi camino con los otros, para valorar lo que el otro es en cada instante de mi vida, para que yo pueda ser más pleno, expandir más mi pasión.
Cuando pienso en la felicidad fluyo con pasión por lo que quiero, valoro como un tesoro lo que tengo ahora.
Porque sé que lo me ha puesto el universo en mi vida, en este momento, es todo lo que necesito para lograr mi sueño. Y que mi tarea es buscar, en cada persona y situación que hay en mi vida, el regalo que tiene para mí en ese instante… ¡Esto para mí HOY es el verdadero éxito!
Cordialmente,
Carlos Devis
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