Por Mario Rodríguez I.
Los niños y niñas de la región de Cajamarca en el Perú, le dicen “pachakita” a su rincón preferido en la casa familiar. La casa no es sólo las habitaciones que se ocupan, también es el patio, la chacra, los cerros, las estrellas y demás entorno vivo que constituye el hogar de los pueblos indígenas.
La “pachakita” es lo más próximo o cercano, pero a través de ella ese niño o niña se conecta con el todo, con la madre tierra, con el planeta entero, con el cosmos. Es desde su experiencia local y próxima, familiar y de casa, que adquiere la vivencia de pertenecer a un todo conectado. Desde allí también aprende que la posibilidad de que la vida siga fluyendo y regenerándose, depende de las conexiones, relaciones, conversaciones y reciprocidades que establezca con ese todo conectado; su vida misma depende de ello.
Lo que estamos viviendo estos días en medio de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático, es muy parecido a la conexión que esos niños cajamarquinos viven a través de sus “pachakitas”.
Uno de los cambios más profundos que estamos viviendo en Bolivia a partir del año 2005, es el paso de una suerte de “conciencia” local y particular a otra que entiende que el país es responsabilidad de todos y todas. Es profundo e intenso este proceso subjetivo que experimentan especialmente los sectores indígenas y campesinos.
Los sectores indígenas y campesinos, así como las poblaciones pobres de las ciudades vivieron durante siglos una ausencia de Estado, una estructura del poder del país que los ignoraba y que cuando se acordaba de ellos y ellas, era para quitarles lo poco que se tenía o para reprimirles violentamente cuando osaban exigir derechos en contra de los privilegios de las élites dominantes y ricas. Esos sectores, los olvidados de siempre, son los que mejor comprendieron que el país que va brotando, el del Estado plurinacional, es su responsabilidad. Esos sectores nunca abandonaron su “conciencia” local, su pertenencia próxima, su cultura y su región, pero ampliaron su visión de país y son el baluarte central del proceso de cambio (el MAS ganó en 231 de 337 municipios que tiene el país, más de dos tercios, de ellos la inmensa mayoría son los denominados municipios rurales e indígenas).
A diferencia de estos sectores, las élites nunca trascendieron sus “conciencias” particulares y asumen que el poder se reduce a garantizar sus privilegios a costa de regalar nuestros recursos y el equilibrio de la madre tierra a las grandes transnacionales. Nunca tuvieron “conciencia” de país (sino pregúntenle a la élite cada vez más débil y pérdida del entorno prefectural del departamento).
Ese gran paso de seguir siendo comunidad, chacra, región, cultura local y al mismo tiempo sentirse responsables de que el país brote adecuadamente hacia el vivir bien, como expresión del Estado plurinacional, es un avance notable del siglo XXI y la garantía de este proceso.
Estos días estamos asistiendo a un nuevo nacimiento, a otro pasito en la construcción de otro mundo posible. De la “pachakita” local al planeta como un todo conectado con el cosmos. Son los sectores campesinos e indígenas los que mejor comprenden esta relación. La sostenibilidad de la comunidad y sus formas equitativas de regenerar la vida sólo pueden seguir siendo posibles si se es parte de la reconstrucción de este nuevo Estado plurinacional. Pero el nuevo país que va brotando, todavía lleno de contradicciones y debilidades, sólo se puede consolidar si el planeta modifica su modelo de civilización dominante, su desarrollo anti naturaleza y su capitalismo salvaje.
Incluso desde los conflictos internos del plan de gobierno que sostiene políticas desarrollistas anti madre tierra, desde los conflictos de algunos sectores indígenas y campesinos con el poder ejecutivo, desde las debilidades de algunos discursos (incluido el de Evo Morales), está Conferencia de los Pueblos está marcando un hito casi germinal de una “conciencia” planetaria de que somos hijos e hijas de la Pachamama y que estos sectores, los excluidos de siglos, son los que nos siguen enseñando el camino hacia otra forma de civilización que sea más respetuosa, equitativa, justa, digna y ecológica.
Sólo los medios al servicio de las élites de siempre siguen escondiendo esta hermosa noticia y se detienen en detalles que no le restan lo central a este proceso del que Bolivia puede sentirse orgullosamente impulsora. El mundo que cree que hay otros caminos diferentes a la expoliación de la naturaleza para producir riqueza egoísta, sabe que aquí, en Cochabamba, se está gestando otros nacimientos. La iniciativa de Evo Morales, del gobierno de Bolivia, pero fundamentalmente del pueblo boliviano, será reconocida por las futuras generaciones si de este pasito brotan cambios que la pachamama no está pidiendo en actitud recíproca por la vida que ella nos da.
http://evolucion-bolivia.blogspot.com/
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