jueves, 15 de abril de 2010

LA MADRE TIERRA EN LA DIPLOMACIA DE LOS PUEBLOS

Por Palmiro Soria Saucedo*

Nuestro planeta está herido de muerte. Desastres naturales, crisis ambiental, catástrofes ecológicas, son los significantes, de esas heridas. Desde el punto de vista ambiental, el fenómeno puede condensarse en síntesis como Cambio Climático, en pocas palabras ha subido la temperatura del planeta. Este cambio que afecta negativamente los ecosistemas de todos los seres vivos, se está produciendo por el calentamiento global, provocado por la alta concentración de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmosfera, es un fenómeno acumulativo, que son producidos la contaminante industria y transporte del primer mundo, por el sobre- consumo de combustibles fósiles, los incendios, la deforestación, entre otros.

El cambio climático ha expresado sus consecuencias como un desorden meteorológico de inusitada fuerza destructora, riadas, sequias, deshielos, olas de calor, de frio, huracanes, lluvias acidas, han modificado perversamente sus ciclos. Las investigaciones científicas son irrefutables y las señales que da la tierra incuestionable. Hay estudios que dan cuenta, de los millones de seres humanos afectados y el altísimo costo de las pérdidas materiales. Con toda razón alguien comparó el cambio climático como un arma de exterminio en masa. Hay conocimiento de las causas, de las soluciones como reducción de las emisiones de Co2, con programas de mitigación y adaptación. El protocolo de Kioto y su continuidad, son esfuerzos que se inscriben en la solución; el obstáculo mayor radica en el incumplimiento de sus compromisos de reducción de los países desarrollados y el país que más contamina los Estados Unidos, no subscribe dicho protocolo.

La cumbre de Copenhague en diciembre del 2009 fue una oportunidad fallida de lograr acuerdos, para una solución razonable del Cambio Climático, la falta de voluntad política se expresó queriendo imponer un documento no discutido y menos concertado por las delegaciones, el cual solo expresaba la visión de los poderosos; manipularon y presionaron para imponer lo suyo. No pudieron, y la actitud les valió la caracterización de dictadura ecológica. El otro elemento que expresa esa inconsecuencia ambiental, son los esmirriados recursos que quisieron destinar: 30 mil millones de dólares; parece mucha plata pero no lo es, para que se tenga una idea, la reconstrucción de Haití va a costar 15 mil millones, y el salvataje a los bancos en la crisis financiera fue de miles de millones de dólares, cifras que se consignan en billones; con razón los ecologistas argumentaron que “si el planeta fuera un banco, ya estaría salvado”. Ni que decir de los gastos militares, solo el de USA es de más de 700 mil millones de dólares.

Ante el fracaso de Copenhague, el presidente Evo, tomo la iniciativa de convocar a la cumbre de los pueblos para articular la otra visión, que los contaminadores no quieren tener en cuenta. También propuso un Referéndum mundial. De eso se trata la cumbre de Cochabamba, estos “otros” son representantes de pueblos indígenas, de movimientos y organizaciones sociales, del movimiento ecologista mundial, de científicos, académicos, intelectuales y artistas, de gobiernos y también jefes de estado, los del Sur por supuesto.

Es decisivo comprender que el fenómeno climático no puede substraerse del fenómeno socio-económico, son como las dos caras de la misma moneda. Si la solución se circunscribiera solo al problema ambiental, seguiríamos un círculo vicioso recurrente, porque el modo de producción capitalista tiene como imperativo la reproducción ampliada del capital. Es un modelo económico mundial que es responsable de la crisis ecológica, y también de la crisis financiera, energética y alimentaria. El capital tiene como objetivo supremo la ganancia, todo es mercancía, que se realiza por su valor de cambio. Se ha dicho con razón que el modelo capitalista es injusto socialmente, depredador ecológicamente y económicamente irracional. Los bosques, el agua, la biodiversidad, y todas las formas de vida que existen en la naturaleza incluido el ser humano, son apreciados como mercancías, como fuente de riqueza. Ese fetichismo mercantil contiene el germen de su autodestrucción. A esto el Evo le llamó “cultura de la muerte”.

Contener con gradualidad efectiva, la temperatura creciente del planeta, es propósito urgente y decisivo para salvar la humanidad y la naturaleza, aunque sólo resuelve la mitad del problema. La otra mitad nos remite al modelo económico globalizado, por ello Evo con mucha lucidez ha planteado la necesidad de cambiar el sistema capitalista de producción. No se trata de una consigna política, su posición anticapitalista emerge de la necesidad de defender lo que él ha denominado los derechos de la Madre Tierra.

El mundo indígena desde su cosmovisión y saberes ancestrales, tiene una bien ganada reputación de relación armónica y respetuosa con los otros seres vivos que cohabitan su territorio. Su visión del valor de las cosas, es sobre todo la del valor de uso, y la del valor simbólico, que les permite reproducir la vida material y espiritual de la sociedad en que viven. Claro que utilizan el valor de cambio, cuando la necesidad, los obliga a interactuar con el mercado de la economía predominante. Esta es una visión originaria que antagoniza con la célula del capital y en su expansión conceptual moderna (Linera, Choquehuanca, Prada), está siendo proyectada como un horizonte político alternativo, como un nuevo sistema de vida y paradigma teórico denominado vivir bien. Es esto lo que el Evo define como “cultura de la vida”.

El mundo indígena está cuestionando de raíz el mundo capitalista, el colonialismo y sus valores éticos, morales, sobre todo por la amenaza mortal que representan para la naturaleza. A partir de la defensa de los derechos de la madre tierra, se está construyendo una alianza amplísima, que es toda una estrategia contra la dictadura ecológica universal de los países ricos, que no se queda en el discurso culturalista; avanza en la propuesta alternativa al capitalismo, que es la sociedad del Vivir Bien. Esto es lo novedoso, este es el desafío teórico, a la imaginación y el compromiso político; “hay que construir el aparato categorial” de este nuevo modo de vida, -recomienda Ana Cecena-. Hay que encontrar las determinantes del nuevo modelo económico, que antagonizando con el actual, sea económicamente racional, socialmente justo y dialécticamente armónico con la naturaleza y libre de toda forma de colonialismo.

La cumbre de Cochabamba ya se graduó como la más audaz y brillante propuesta de la nueva diplomacia boliviana, la de los pueblos. Sus contenidos van más allá de la construcción de consensos y alianzas para enfrentar en mejores condiciones la defensa de la vida. Se trata de un encuentro fundacional, para un modelo alternativo, el del vivir bien que debe medirse con el capitalismo salvaje y con los salvajes del capitalismo que no les importa destruir el planeta por su cuota de ganancia. No hay que dejarse sorprender por la propuesta de capitalismo “ecológico” que es a la naturaleza, lo que el capitalismo “humano”, fue para los asalariados: sutilezas discursivas de la retorica imperial.

La cumbre de Cochabamba, es también el resultado de las luchas sociales del continente, de la humanidad; un momento renovador de la conexión internacional estratégica de las fuerzas motrices del cambio. Recuperar nuestra capacidad de auto-subsistencia, de soberanía sin las sobre determinaciones externas que la coartan, son urgencias de este proceso emancipador.

*Ciudadano amazónico del estado Plurinacional de Bolivia.

http://evolucion-bolivia.blogspot.com/


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