miércoles, 27 de mayo de 2009

UKAMAU Y KÉ (ASÍ ES Y QUÉ): LO INDÍGENA CONTEMPORÁNEO

Por Mario Rodríguez I.


Entre una de las falacias con la que se suele atacar al proceso de cambio que vive el país está, ante la constatación del papel central de los pueblos indígenas, que lo que se busca es una vuelta al pasado.

Lo llamativo de esta afirmación es que parte de una creencia por demás mentirosa: lo indígena representa el pasado.

La realidad nos muestra con múltiples ejemplos que lo indígena se regenera de manera permanente haciéndose siempre contemporáneo. Sin esa capacidad, los pueblos indígenas hubiesen perecido ante los ataques de la colonia primero y de las élites criollas y colonizadas en el poder republicano después. Los pueblos indígenas no solo son contemporáneos, sino que además están muy vigorosos como nos lo muestra el proceso boliviano. Gran parte de esa su fortaleza se debe a su capacidad de resistencia, así como también a su apertura para dialogar con el mundo contemporáneo e incorporarlo -criarlo mejor dicho-, en su propio horizonte cultural.

A diferencia del dominador colonial o colonizado, los pueblos indígenas no negaron al “otro”, sino que lo incorporaron y lo criaron para convivir con lo externo sin perder lo propio, sin dejar de ser aymaras, quechuas, chiquitanos, guaraníes o moxeños entre otros. El hecho de que las culturas se transformen constantemente no las hace desaparecer ni las oculta detrás de una homogenización “mestiza” poco real, ya que lo mestizo –si vale el término- también tiene múltiples diversidades.

Las raíces indígenas continúan, en la mayoría de los bolivianos y bolivianas, muy fuertes y vigorosas y no por eso volvemos al pasado. Nos alimentamos del pasado, que es diferente. Somos porque fuimos.

Ese pasado se hace presente y contemporáneo, nos da sentido de futuro y orienta los posibles caminos para salir del atolladero del neoliberalismo económico y el conservadurismo político de las viejas élites del poder en Bolivia.

Así creo que lo comprendió Abraham Bojorquez, el notable compositor y músico de Ukamau y Ké fallecido la pasada semana.

Recuerdo cuando lo conocí, cuando nos empezaba a mostrar su determinación y fuerza con su Hip Hop junto al “llajwas” con letras en portugués (había vivido muchos años de adolescente en el Brasil trabajando en talleres de costura), en castellano y también, ahí lo fundamental, en aymara. Se sentía orgulloso de sus raíces y nunca las dejo a pesar de hacer un género musical mundializado.

“La coca”, “Tupak Katari” o “Wilamasis mayacht’asiñani” son algunas de esas canciones tan llenas de raíces indígenas construyendo la Bolivia contemporánea. “Fusil metralla”, “Medios mentirosos”, “Autonomías de las élites no” o “América Latina” son otras canciones que nos muestran su compromiso político con el proceso de cambio, sin abandonar la capacidad de crítica.

La última vez que hablamos, unos días antes de su fallecimiento, me contaba entusiasmado sus avances con la “cumbia andina” como otra forma de expresar los indígena urbano y contemporáneo. Su increíble cumbia “raza de racistas” denunciaba a las viejas élites, esas que se aferran al poco poder que les queda a través del uso de la violencia racista como en Sucre el 24 de mayo del 2008 o en el ataque al mercado campesino del año pasado en Tarija.

Abraham mostraba con orgullo su raíz aymara, pero al mismo tiempo era capaz de lenguajes mundializados como el Hip Hop. Articulaba lo mundial con lo local y eso no lo diluía ni lo llevaba al pasado, construía la Bolivia de hoy, esa de los cambios posibles. Él era al mismo tiempo comprendido en Tarija –recordemos sus últimos conciertos del mes de enero del 2009-, en Santa Cruz o en Cuba o en Alemania o en cualquier otro rincón del planeta.

Sí, Abraham tenía la capacidad de mostrarnos en los hechos que lo indígena es contemporáneo, que dialogando y “criando” lo que viene de afuera se gana contemporaneidad y mundialidad, pero no se deja las raíces, sino que éstas siguen vigorizadas y fuertes.

El día de su entierro, lamentablemente me encontraba lejos de El Alto donde compartimos tantos sueños y vivencias, en la mañana tomé un libro para darme fuerzas ante tan trágica realidad. Busque un autor que también se nutriera de las raíces indígenas andinas, me refugié en Gamaniel Churata –peruano que escribió gran parte de su obra en Bolivia-. Por azar abrí en cualquier parte el primer tomo de “El pez de oro”, allí me encontré con esta frase que es mi mejor manera de decirle, “Abraham, bienvenido hermano a esta otra forma de vivir”. Creo que él respondería lo siguiente:

“Mira que el amor es fuerte / vida, no me seas molesta / mira que sólo te resta / para ganarte, perderte / venga ya la dulce muerte / el morir venga ligero / que muero porque no muero” (G. Churata)

http://evolucion-bolivia.blogspot.com/

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