En Bolivia estamos sufriendo un nuevo tipo de dictadura disfrazada de democracia.
Recientemente se llevó a cabo una votación nacional (no es una elección porque no se permitió la libre participación) para designar al próximo Gobierno, la cual está lejos de ser democrática. Este proceso estuvo marcado de escandalosos actos de corrupción, como el supuesto traspaso de 200.000 dólares en un banco de Panamá a una cuenta que sería de un vocal del tribunal supremo electoral para que impida a toda costa la participación del líder más grande de las izquierdas y populismo Boliviano, Evo Morales. La denuncia por las transferencias bancarias en Panamá se hacen mas evidentes pues la persona que habría realizado la transferencia sería la mismísima esposa del actual presidente.
Esta denuncia fue minimizada y ocultada por la prensa Boliviana quien se encuentra totalmente controlada por el aparato estatal a cambio de generosas pautas publicitarias y amenazas judiciales o de retiro de licencias de funcionamiento. De todos modos la prensa, especialmente la privada, siempre fue y es enemiga de las izquierdas. Sin ninguna moral vienen dedicándose, desde hace décadas, a mostrar información sesgada y en muchos casos falsa, con la intensión premeditada y malintencionada de crear en la gente una idea absolutamente equivocada de la realidad.
A partir del golpe de estado del 2019, el Gobierno de Bolivia se ha dedicado a normalizar la corrupción prevendalizando a altos miembros del poder judicial y del órgano electoral. Estos personajes no han tenido ningún reparo ni vergüenza en hacer caso omiso a las leyes nacionales, distorsionar su interpretación o incluso pretender modificarlas sin tener ninguna atribución para hacerlo.
Vivimos en un estado totalmente podrido sin ninguna seguridad legal, jurídica y menos democrática.
Desde mi punto de vista estamos viviendo un golpe de estado disfrazado de democracia. Es la continuación del golpe de estado gestado desde el oriente boliviano el 2019, donde grupos de extrema derecha lograron articular un movimiento ciudadano violento y antidemocratico basado en un supuesto fraude electoral que nunca ocurrió y del cual la OEA, por medio de Almagro, fue cómplice directa. Si se revisa la historia, ante esta acusación de fraude sin fundamentos, el expresidente Evo Morales propuso ir a una segunda vuelta e incluso anular las elecciones y repetirlas para demostrar que el ganó las elecciones del 2019.
Pero la rancia derecha sabe, aún hoy, que no podrán derrotar jamás en una contienda democrática al líder boliviano y por eso recurren a las herramientas mas sucias como son la corrupción, los golpes de estado sucesivos y la chicanería judicial. Lograron corromper a Arce Catacora, lograron instalar una falsa democracia sin representación popular y la arremetida está lejos de terminar. El pueblo es cauto, sabe que viene una dura batalla contra los intereses de una derecha racista, clasista y discriminadora. El tiempo mostrará el camino, pero la democracia en Bolivia está muerta, es tan falsa como una nariz de payaso.
Estamos aún en tiempos de dictaduras continuas, la derecha usa sus dos únicas y eternas armas: La mentira y la violencia. Para instrumentalizar la mentira controlan los medios de comunicación. Para instrumentalizar la violencia usan la justicia, la policía y las fuerzas armadas.
El pueblo boliviano peleará para proteger el modelo de igualdad social, participación social y crecimiento económico sostenido que se tuvieron durante los 14 años de gobierno de Evo. La batalla podría darse recuperando la democracia y es de esperar que la derecha la siga pisoteando y cercenando. Entonces la batalla se trasladará a las calles nuevamente, como ya pasó antes en la historia.
Estamos en tiempos de dictadura disfrazada de democracia, sin duda, la batalla continúa.
Septiembre 2025
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